Es totalmente entendible que todo el mundo, y por supuesto nuestro país, será distinto una vez que salgamos, total o parcialmente, de la pandemia de Covid-19, y que hasta hoy estamos sufriendo. La pandemia ha impuesto diversas restricciones en la economía mexicana, inicialmente en el empleo, así como en la oferta de ciertos bienes y servicios como consecuencia de la obligada reclusión. Aunado a lo anterior, y, en consecuencia, también decreció el movimiento de capitales.
Debemos agregar a lo anterior los estragos sufridos por dicho fenómeno en el ámbito empresarial donde muchas de ellas, sobre todo las pequeñas y medianas, prácticamente han desaparecido; mientras que las que logren sobrevivir tendrán que asumir diversas opciones, iniciando con su misma subsistencia y luego con el manejo óptimo de costos y precios. Evidentemente no se encuentran en esa circunstancia las empresas relacionadas con la industria de la comunicación y entretenimiento, así como algunas de comercialización a domicilio, las que, sin duda, resurgirán sumamente fortalecidas en razón de la permanencia obligatoria en casa por parte de la sociedad mexicana en su conjunto.
A lo largo de la pandemia, y una vez que se ha considerado por los gobiernos asumir cambios graduales en cuanto al confinamiento y su tránsito referente al reinicio de algunas operaciones económicas, mismo que se ha denominado con el término de “nueva normalidad”, concepto que a quienes esto escriben parece erróneo y desacertado, toda vez que pareciera que el termino o definición de la realidad que actualmente vivimos ese adjetivo es el menos adecuado y al que, válidamente, podríamos calificar como una nueva realidad, ya que difícilmente podremos regresar a la normalidad o cotidianeidad anterior (por lo que se ha dicho y se conoce en este momento no volveremos pronto a ella), por lo que a pesar de lo que implica e implicará nuestra convivencia con Covid-19, deberemos adaptar y modificar todas nuestras tareas diversas, así como muchas de nuestras costumbres a esta “nueva realidad”. Como consecuencia, nuestra economía carece ya, y adolecerá por un largo periodo (según los expertos, en por lo menos cinco años), de insuficiencia de ingresos para las empresas, las familias y (otra vez como consecuencia) en el mismo gobierno, tanto el federal como los locales.
Esto, evidentemente, si no se planean de manera urgente políticas remediales al respecto. Lo señalado nos obliga a la sociedad, a las empresas, y al mismo gobierno en sus tres niveles, a modificar, de muchas maneras, el manejo de las finanzas y de la economía en general, ya que de no ser así estaremos incurriendo en un claro y desacertado manejo de nuestros recursos económicos y financieros, especialmente los públicos, sobre todo en el sentido de no optimizarlos en amplios términos de la ciencia económica.
Adicionalmente, todos en conjunto deberemos planificar y acordar integralmente políticas en temas como la seguridad pública y la propia salud, esto, por supuesto, y de manera prioritaria, todos los gobiernos locales y el gobierno federal, toda vez que de no ser así nuestro país no saldrá bien librado en pocos años y los problemas mencionados se verán cada vez más agudizados. Para esos efectos se requerirá, de entrada, apertura por parte del Ejecutivo federal que hasta la fecha se ha mantenido ajeno a los grandes problemas económicos y sus soluciones, así como instrumentar políticas requeridas y exigidas por esa nueva realidad que empezamos a vivir y en la como país deberemos transitar de la manera más óptima en el futuro.
De igual forma, y por la importancia y trascendencia económico-financiera del Estado en sus tres niveles de gobierno, consideramos que obligadamente se deberá revisar y modificar el Sistema Nacional de Coordinación Fiscal (SNCF) vigente y definitivamente planear el tránsito a la tan nombrada y nunca asumida “Reforma Fiscal Integral” (RFI) o pensar ya en una “Reforma Hacendaria” (RH) en todos sus términos. Todo ello, sin duda, se debe planear, organizar y plantear de manera conjunta por los diversos sectores integrantes de la sociedad, esto es, deberán participar personas e instituciones expertas en el tema, así como instituciones públicas y privadas con tareas cotidianas al respecto, y las propias autoridades gubernamentales, toda vez que de no ser de esa manera se estafa, nuevamente, haciendo “remiendos” en la economía publica y, consecuentemente, también en la privada.
En ese orden de ideas, en esta colaboración abordamos algunos datos y cifras en materia de salud y en materia económica, así como traemos a colación algunos datos sobre inseguridad, en el entendido que se incrementaran los problemas de salud de no asumir las responsabilidades correspondientes el gobierno y la población, por un lado, y de igual manera si no generamos condiciones económicas amigables con el crecimiento, toda vez que de no ser de esa manera, según los expertos, tendremos en el corto plazo, y como consecuencia de ello, el alza en actividades delincuenciales, para comentar luego los mandatos constitucionales respecto del papel fundamental en todos los órdenes del Estado mexicano, especialmente como rector del desarrollo nacional, así como el de gran planeador, orientador, conductor y coordinador de la economía, según lo dispone, mandata y obliga nuestra Carta Magna.